Los 7 mitos sobre el régimen libio depuesto

Publicado en Apuntes Urbanos

Twitteé ayer: si la OTAN no intervenia, estariamos discutiendo cómo Occidente permitió el genocidio de Benghazi 19/marzo para salvar los contratos petroleros.


Sostiene el historiador norteamericano Richard P. Mitchell a.k.a. Juan Cole en La Nación de hoy:

Los siete mitos de la Libia de Khadafy

(..) Recibí un aluvión de críticas por mi apoyo a la revolución y a la intervención de la Liga Arabe y la OTAN para impedir que esa revolución fuera aplastada. Odio la guerra, ya que, de hecho, viví una en el Líbano. Quienes que me imaginaban celebrando los bombardeos de la OTAN sólo querían ser crueles. Dada la controversia acerca de la revolución libia, quizá valga la pena repasar los mitos que circularon sobre ella.

  • En política interior, Khadafy era un progresista. Si bien en la década de 1970 es probable que el acorralado líder libio fuera más pródigo en el reparto de las ganancias del petróleo entre la población, con la compra de tractores para los agricultores, etcétera, en las últimas dos décadas esa política cambió. Se volvió vengativo con las tribus que se le habían opuesto políticamente y las privó de su parte en el reparto de los recursos del país. Y durante los últimos quince años, la extrema corrupción y el auge de una oligarquía de estilo postsoviético, desalentaron la inversión y arruinaron la economía. Para ser un país petrolero, en Libia había mucha más pobreza y una infraestructura mucho más precaria de lo esperable.
  • En política exterior, Khadafy era un progresista. Lo mismo: durante décadas pasó por ser el mismo que era en la década de 1970. Por el contrario, en los últimos años, desempeñó un papel funesto en Africa, al financiar a dictadores brutales y alentar guerras ruinosas. En 1996, el supuesto paladín de la causa palestina expulsó de Libia a 30.000 apátridas palestinos. Después de que lo descongelaron, tras las sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa, comenzó a codearse con George W. Bush, Silvio Berlusconi y otras figuras de la derecha.
  • Es natural que Khadafy haya enviado a los militares contra los revolucionarios; cualquier país hubiera hecho lo mismo. No, eso no es cierto, y el argumento es moralmente estúpido. De hecho, los militares egipcios se negaron a seguir la orden de Hosni Mubarak de dispararles a los manifestantes.
  • Hubo un largo estancamiento de las hostilidades entre los revolucionarios y las fuerzas de Khadafy. No es cierto. Cualquiera que haya seguido de cerca el conflicto desde abril sabe que el movimiento fue constante, primero en Misurata y luego en las montañas occidentales: jamás hubo un compás de espera generalizado.
  • La revolución libia fue en realidad una guerra civil. En Libia no hubo choques sectarios de civiles contra civiles como ocurrió en Bagdad en 2006. La revolución comenzó como una pacífica protesta y las multitudes urbanas sólo comenzaron a armarse cuando fueron atacadas con fuego de artillería, tanques, morteros y lanzagranadas. Cuando comenzó la lucha, eran sólo combatientes voluntarios. Eso es una revolución, no una guerra civil.
  • Para que la revolución tenga éxito, será necesario que la OTAN despliegue tropas sobre el terreno. No hay brigadas de infantería extranjeras y es muy improbable que vaya a haberlas. Los libios son muy nacionalistas y nunca necesitaron de las brigadas de infantería extranjeras para consumar su revolución.
  • Esta fue una guerra por el petróleo de Libia. Esa es una pavada. Libia ya estaba integrada al mercado del petróleo, con miles de millones de dólares en contratos con BP, ENI y otras. Ninguna de esas empresas hubiera querido poner en riesgo esos contratos deshaciéndose del gobernante. El argumento económico para explicar el imperialismo es bueno si tiene sentido, pero éste no lo tiene, además de que no existen evidencias y, por lo tanto, no es más que una teoría conspirativa.

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